Cuentan
que el hombre que paría sueños mendigaba frente a la terminal: manos, palabras,
miradas, voces, para alimentar a sus pobres sueños. Según las autoridades, el
hombre argumentó que sus sueños no llamaban la atención de nadie, por eso tuvo
que matarlos uno por uno.
Dicen que en puntas de pie, tomado de los barrotes de
la celda, el hombre que paría sueños mira al cielo; pero, dicen, aún no sabe
por qué es tan celeste.
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